lunes, 14 de julio de 2014

Yoani, activista a la carrera


Pocos disidentes del castrismo son capaces de transmitir en tan escasos minutos —fueron más de veinte, pero me supieron a cinco— tal cantidad de vivencias y sensaciones como lo hizo Yoani Sánchez en la Casa de América la semana pasada. Pero eso no es raro en ella. No en vano dice de sí misma y de sus compañeros que no son «periodistas de carrera, sino periodistas a la carrera», y eso, si tenemos en cuenta la idiosincrasia de los cubanos, tiene mucho mérito.
En una entrevista cargada de complicidad, la periodista habitual se trastocaba en protagonista, y el habitual protagonista de los reportajes, premio Nobel y genio de la literatura, entre otras muchas cosas, Mario Vargas Llosa, hacía de periodista curioso —y algo embaucador, porque seguro que ya se sabía las respuestas a su cuestionario. Llosa bordaba así el papel de un digno actor secundario, dándole pie a la cubana, para que esta nos pusiera al día, con su tono amable pero contundente y ágil, sobre la vida, o como se quiera llamar lo que se lleva en la isla caribeña.
La autora del blog Generación Y —que le sirvió para darla a conocer en todo el mundo—, ironizó sobre la manipulación que los Castro hacen del lenguaje, llamando «trabajadores disponibles» a los desempleados. La palabra «reformas», dice Yoani, le queda muy grande a lo que está sucediendo últimamente en la isla, cambios cosméticos que, añado yo, esgrimen muchos Estados de la UE para justificar el debilitamiento y muerte de la Posición común, pero esto lo dejaré para otra ocasión.
Los Castro están aplicando la «solución del timbiriche», algo así como del chiringuito, o pequeño kiosko familiar, cuya concesión y solidez comercial dependen mucho de la afinidad al régimen del titular, como me explicó hace poco Carlos Payá, hermano de Oswaldo —por cierto, su muerte, junto con la de Harold Cepero, sigue sin investigarse con seriedad ahora que se cumplen dos años de producirse, en julio de 2012.
Yoani diagnosticó, sin embargo, que lo que realmente necesita el «enfermo cubano» no se arregla con una «tienda de pizzas, a modo de aspirina, sino con un desfibrilador para el corazón económico de la nación».

Para la activista, en Cuba resulta imposible asociarse por afinidades de ningún tipo, «ni políticas, ni económicas, ni amatorias», a pesar de que la represión de Fidel, de grandes titulares, más mediática, haya dado paso al estilo de Raúl, más sutil, con detenciones continuas pero breves, «que no dejan pruebas para presentar» en un improbable juicio.
Don Mario cambió de tercio para preguntarle a la periodista cómo se percibe el prolongado apoyo del régimen venezolano y su petróleo a la dictadura castrista, y si la gente teme que se corte este grifo benefactor.
Yoani en Madrid, el pasado mes de febrero
Yoani Sánchez con el autor de este blog, en febrero de 2014
Además de afirmar que ese apoyo ha podido prolongar más de 10 años la vida a la dictadura, Yoani dividió el sentir de la calle en dos grupos: los que temen la catástrofe de la posible ausencia de Venezuela, y los que, como ella, piensan que si el subsidio termina, Raúl Castro tendrá que acelerar el ritmo de las reformas. De nuevo usó la ironía para decirnos que «lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo».
Continuaba la entrevista y todos teníamos ganas de que esto durase mucho, que no parase de hablar y contar cosas. Era una sensación similar a la que se produce cuando te encuentras con ese amigo al que no ves desde hace tiempo y se aturulla contándote cosas y más cosas, y saltando de unas a otras casi atropelladamente.

Pero Yoani no se atropella, aunque hable muy seguido. Lo tiene muy claro, y nos relata su última obsesión: cómo «14ymedio», su proyecto periodístico más ambicioso hasta ahora, solo les deja dormir 4 horas cada día desde hace dos meses y pico, pero que ya anda con buen paso, contra el pronóstico totalmente pesimista de Vargas Llosa cuando Yoani se lo contó por primera vez. Y para fastidio del régimen, que no ha podido sacudírselo de encima aún, porque el ciberespacio aún es complicado de censurar.
«Trabajamos offline para un medio online», simplificó la activista, mientras relataba el plan de trabajo del equipo de periodistas —y peluqueros, estomatólogos y filólogos—, que prepara el contenido sin conexión en un programa que simula la publicación real en la Web. Después, lo llevan todo empaquetado a algún hotel desde donde se conectan para subir todo a la red.
La entrevista se acercaba a su final, se echaba encima la hora de comer, pero esa frivolidad no venía a cuento. Llosa le preguntó por la vida diaria, la represión, las sensaciones de vivir en una dictadura como la cubana.
Rosa Díez escucha el diálogo entre Vargas Llosa y Yoani
Yoani no necesitaba muchos minutos para resumir su vida cotidiana, en constante estado de vigilancia por parte del régimen. En su piso decimocuarto —origen del nombre del periódico— dice hablar abiertamente, porque no oculta nada, pues firma con su nombre y apellidos todo lo que dice y escribe, pero le preocupa «meter en problemas a la familia», o lo que llama la «satanización social, el fusilamiento mediático», con efectos muy lamentables como el alejamiento de los amigos o el temor a ser vistos cerca de ella.
Para compensar, hay gente que la reconoce por la calle, y le guiña un ojo, o le hace algún gesto de simpatía. Como el caso de la niña de nueve años, cuenta, que la reconoció mientras esperaba en una cola, actividad totalmente normal en la isla: «la chiquilla estaba nerviosa, tocó a su madre, señaló discretamente hacia donde estaba yo, y le explicó quién era haciendo el gesto de teclear con las manitas».
En su última pregunta, el escritor preguntó a Yoani cómo podíamos ayudar en esta lucha a los disidentes, ¿es bueno el embargo, el turismo? ¿qué esperan de nosotros?
Sin rodeos, a su estilo, Yoani sintetizó en pocas frases que lo importante es no mirar hacia otro lado, hay que denunciar las injusticias siempre que se pueda y mentalizarse de que el problema de Cuba está dentro de Cuba. Lo de apoyar o no el embargo, el turismo, la postura de la Casa Blanca, etc., según ella, es poner el problema en brazos de otro, e insiste en que el epicentro de la discusión debe llevarse a Cuba. Asimismo, es fundamental participar en foros como este, cada vez que hay ocasión, no solo por hablar, «por tener micrófonos a nuestra disposición, sino porque en estos debates también aprendemos de vuestros errores, para evitarlos».
Todo esto dio de sí el encuentro, y más. Aún tuvo tiempo Yoani de recordarnos la importancia que la tecnología ha tenido en su trayectoria, para contar lo que piensa. Nos dijo que también puede ser una buena forma de colaborar con la causa: «si van a Cuba, no les cuesta nada echar una laptop o una memoria flash a la maleta, que también serán de gran ayuda».

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