(Traducción voluntaria no autorizada —ni remunerada— de un artículo reciente de Joel Stein en Time, texto original)
La meditación ha hecho que mi vida sea mucho más estre sante. Esto es así porque es mi mujer quien la
practica. Después de un estudio sobre
meditación que hice para un artículo de portada de TIME, cre o en todos los trabajos que demuestran que co ndiciona tu cere bro
para centrarte y re ducir la
ansiedad. Lo que nadie se ha pre ocupado
de analizar, sin embargo, es hasta qué punto la meditación es nociva para la
gente que vive co ntigo.
A mi encantadora esposa Cassandra le pareció que necesitaba calmar
su mente después de que la maternidad la estre sase
tanto que co menzara una pelea co nmigo, tras la cual terminó dándom e la razón. Por mi parte, pensé que le bastaba co n seguir haciendo lo que estaba haciendo hasta el
mom ento en que se percató de que yo tenía
razón. Pero decidió que necesitaba un curso co mpleto
de meditación y se apuntó a uno que duraba cuatro días seguidos, impartido por
un tipo llamado Théo Burkhardt. Me sorpre ndió
que enco ntrase un instructor co n solo una tilde en todo su nom bre .
Théo enseñó a Cassandra cómo cerrar los ojos y no pensar en
nada, sin duda, mientras la miraba. Porque solo hay una razón por la que un hom bre se co nvierte en un instructor de meditación: para echar
un polvo. Lo sé porque echar un polvo es la única razón por la que hacen todo todos
los hom bre s. En mi caso, simplemente, no fui listo al elegir una profesión —ninguna mujer se excita cuando le cuentas que vas a hacer chistes
hilarantes pero mezquinos sobre ella
y la práctica de la meditación en una re vista.
Para co nfirmar mi argumento, la página
de Théo en Facebook está llena de fotos de él posando co n
chicas atractivas. También pude saber que antes de enseñar meditación, Théo era
actor. Me extrañó que entre sus
trabajos pre vios no se incluyera el
de organizador de despedidas de solteras.
Además de enseñarle a no hacer nada, Théo le co nfió a Cassandra un mantra. Ella se negó a decirme
cuál era, co n lo que me co nfirmaba que no era pre cisamente
la palabra «Joel». Ahora, ella y Théo co mpartían
un secre to, y ella iba a re petirlo en silencio para sí misma durante 40
minutos al día.
Más allá de introducir peligrosamente los celos en nuestro
matrimonio, la meditación de Cassandra me causa estrés porque ahora se sienta sola
en una habitación co n la puerta
cerrada, cantando el secre to que co mparte co n
Théo dos veces al día, exactamente a las horas en que más necesito su ayuda:
por la mañana, cuando pre paramos
para el co legio a nuestro hijo Laszlo
de 4 años de edad, y por la noche, durante la cena, momento en el que Laszlo re clama nuestra atención para entre tenerlo. «Lo ideal es hacerlo poco después de levantarte; tampoco se puede hacer después de la cena, porque la
digestión se interpone en el camino, así que el mejor mom ento
es hacerlo antes de la cena», explicó.
Théo también envió a Cassandra a una sesión co n dos especialistas ayurvédico s
que, al enco ntrarse co n ella, debatieron sobre
si era un aire o un fuego antes de
darle un masaje. Cuando Cassandra volvió a casa, me dijo que deberíamos dejar
de usar aceite de oliva, aceite de canola y mantequilla y en su lugar co cinar sólo co n
manteca y aceite de co co . Esto no habría sido un problema si co cinásemos principalmente co mida
polinesia y disfrutásemos del olor a quemado de todo.
Pensé que estaba mostrando una mentalidad abierta y sin pre juicios sobre
todo esto y le pre gunté a Cassandra si
le impre sionaba mi actitud. «La
única co sa molesta es que después de
mi meditación, haces algo similar a «Ohhhhhhm. ‘¿ya estás centrada?’ co n las manos unidas delante de la cara», me dijo.
«Un día diré algo totalmente normal, y re sponderás,
'¡vaya, vaya, no estás centrándote! ¿seguro que estabas meditando? ¡no hables
tan alto!' me haces desear que nunca te hubiera dicho que meditases».
Aparte de eso, sin embargo, afirma que de hecho su mente se ha calmado. No cre o que la meditación esté co nsiguiendo
que Casandra sintonice mejor co n el
universo, porque si fuera así, habría percibido la energía que le envié diciendo:
«¿Por qué no puedes simplemente tom ar
píldoras co mo hacen todas las mujere s normales?»
En diciembre ,
Cassandra co menzó a planear un viaje
de meditación de una semana a la India co n
un grupo de co mpañeros de
meditación. No era un mom ento
particularmente adecuado, ya que tenía el programa piloto de una co media de enre do
y entre gaba el guión de una película,
además de seguir cotillenado el Facebook de Théo.
Le pre gunté por qué alguien tenía
que ir hasta la India para cerrar los ojos y no pensar en nada. Ella explicó
que era el centro espiritual de la meditación. Esto tenía tanto sentido co mo si me dijeran que era necesario irme a Las Vegas para masturbarse
y ver porno.
Al final, Cassandra decidió no ir a la India e incluso aceptó meditar co n el estómago lleno. Así que estoy un poco menos estre sado. A pesar de eso, es difícil tener a alguien en casa tan centrado en centrarse. Hasta que no se dé por vencida co n esto, voy a tener que plantearme empezar a meditar también.